Módulo 2 - lección 7
Conceptos sobre el ser humano
¿Qué es el ser humano?... Una gran pregunta que ha tenido distintas respuestas a lo largo de la historia de la humanidad. De hecho, podemos afirmar que la conciencia humana comienza precisamente con esta pregunta ¿quién soy? y con ella, vienen muchas otras como ¿cuál es mi origen? ¿cuál es mi naturaleza? ¿Cuál es el objetivo de mi existencia? (si es que acaso tiene algún objetivo).
A lo largo de la existencia humana la religión, la cosmogonía, la filosofía y actualmente la ciencia han buscado dar respuesta a estas preguntas.
La religión y la naturaleza divina
En tiempos prehistóricos era la religión la que establecía los conceptos y cosmovisión dentro de la cual se insertaba el concepto del hombre. Muchas de las religiones antiguas han dado un lugar preponderante al ser humano dentro de la creación. Por ejemplo, la religión cristiana afirmando que el hombre había sido creado a imagen y semejanza del Padre Celestial, por lo tanto, gozando de un lugar aparte de todas las demás criaturas como plantas, animales, etcétera. Además, a diferencia de las demás criaturas, el ser humano cuenta con un alma, la cual es de naturaleza divina. El alma, por pertenecer a un plano superior, no puede estar sujeta a las limitaciones de la materia, por lo tanto, en esencia es inmortal. La vida del ser humano ha de estar enfocada no en la persecución de placeres o cosas materiales, sino en alcanzar la inmortalidad del alma a través de la observación de los mandamientos y las buenas acciones. El dominio de las pasiones, el cultivo de las virtudes y seguir una moral elevada está en el centro de todas las religiones, ya sea para gozar de la vida eterna o para seguir evolucionando a través de una serie de reencarnaciones hasta llegar al estado de iluminación.
La supremacía de la razón
Los filósofos griegos destacaron la capacidad racional del ser humano como el atributo principal que ha de distinguirlo del resto de los animales. La supremacía de la razón fue el estandarte que muchos siglos más tarde dio nacimiento a filosofías como el humanismo, la ilustración y el positivismo, y de esta forma dando un gran impulso a la ciencia y la tecnología.
El psicoanálisis
A principios del siglo XX la psicología dio un vuelco al concepto racional del ser humano con las teorías del psicólogo Sigmund Freud, que centraban las motivaciones más profundas de la raza humana, no ya en su razón, sino en lo profundo del inconsciente. El inconsciente, un nuevo término que habría de abrir toda una nueva dimensión de la psique humana donde entraban en juego los deseos y miedos muchas veces reprimidos por la psique.
El siglo XX estuvo marcado indiscutiblemente por la teoría psicoanalítica de Sigmund Freud, implantando términos y conceptos que llegaron incluso a popularizarse en el uso común como inconsciente, complejo de Edipo, líbido, resistencia… Los conceptos creados por Freud fueron evolucionando a lo largo de décadas de investigación, como lo podemos constatar a través de sus obras, conservando en lo general los conceptos centrales de una naturaleza humana motivada por impulsos subconscientes, en esencia de naturaleza sexual. Su práctica comenzó usando la hipnosis como herramienta para acceder al inconsciente del paciente; técnica que pronto abandonó debido al vínculo que se creaba entre él y los pacientes, lo que llamó el fenómeno de la trasferencia. Es así como creó el método de asociación libre, donde el paciente simplemente deja que las imágenes fluyan por su mente y va diciendo las palabras que le vienen al momento, esto acompañado de la técnica de interpretación de los sueños, materia en la que Freud ahondó develando todo un lenguaje simbólico a través del cual se manifiesta el subconsciente.
La evolución de las especies
La teoría de la evolución de las especies de Charles Darwin se explica mediante el proceso de selección natural que permite que sólo los individuos más aptos o que mejor se adaptan a los cambios del medio ambiente, son los que habrán de sobrevivir. Con el paso del tiempo, esto va haciendo que las distintas especies vayan cambiando, dando nacimiento a nuevas especies. Es decir que los seres vivos venimos de un tronco común que surgió en la Tierra prehistórica. Según esta teoría, el hombre en algún momento de su evolución tuvo un ancestro que compartía con los chimpancés y monos. Cuando Darwin propuso esta idea, la mayoría de la gente no hizo más que burlarse asegurando que esa idea no era otra cosa menos que absurda.
Con un poco de tiempo y bastante evidencia científica, la teoría de la evolución de las especies ha llegado a tener una aceptación, digamos universal. Por lo que el hombre cayó de su nicho como ser predilecto del creador, ya que el pensamiento científico vino a descartar los dogmas religiosos. Lo mismo sucedió con la racionalidad, como la más alta cualidad humana, al ser cuestionada por el psicoanálisis. Es así como a principios del siglo XX se llega a un concepto del ser humano, completamente materialista, es decir el hombre como un resultado de la biología y con una naturaleza, en lo profundo motivada por instintos animales.
La visión materialista
El análisis frío y racional de la ciencia nos indica que la vida no es más que el resultado de hechos fortuitos, que a lo largo de miles de millones de años van generando mecanismos cada vez más complejos capaces de sustentarse y reproducirse, lo que llamamos vida. Un proceso que debió haber surgido en los mares de la Tierra primitiva donde se dio el caldo de cultivo para que las primeras proteínas y otros compuestos se reunieran generando los primeros organismos. Ahora, los biólogos piensan que esos organismos en realidad pertenecían al reino de las arqueas. Las bacterias y todos los organismos que vemos actualmente en la biósfera pertenecen a una rama de ese primer reino. Es así como se crean los primeros organismos unicelulares, que con el tiempo se van organizando en colonias, se van diversificando sus funciones hasta llegar a los primeros organismos multicelulares; que a lo largo de miles de años de evolución darían origen a los distintos géneros como peces, anfibios, insectos, reptiles hasta llegar a los mamíferos.
Dentro de este esquema, el hombre no se distingue en nada de los demás animales. Su grado de inteligencia, tan solo lo hace más astuto, pero en el fondo se sigue rigiendo por los mismos instintos animales de la búsqueda de la supervivencia y la reproducción: el placer, el sexo, o el poder en último término.
Este es el concepto del ser humano, al que se llegó en el siglo XX y que para muchos sigue siendo el único científicamente válido.
Para la ciencia, el ser humano, no es más que otra máquina hecha de pequeñas piezas llamadas células, cada una vista como una pequeña fábrica que funciona mediante engranes y procedimientos perfectamente coordinados. Las piezas de este engranaje son las proteínas, grasas, iones y demás sustancias que hacen posible que la célula lleve a cabo sus funciones internas y sociales.
En cuanto a la conciencia, esta es entendida como un proceso químico-eléctrico que ocurre en el sistema nervioso. La computadora brinda a los psiquiatras el ejemplo perfecto para explicar el funcionamiento del cerebro. Las funciones cognitivas: memoria, aprendizaje, organización, precepción… no son más que programas de software que corren en este maravilloso ordenador. Pero una vez que se desenchufa y se corta la corriente eléctrica todo proceso se detiene y no tenemos más que una caja con cables y microcircuitos de silicio.
Lo mismo ha de ocurrir con el cerebro humano que una vez que se le priva del vital oxígeno, en cuestión de minutos las neuronas comienzan a morir y las funciones cognitivas, la principal la conciencia dejan de existir.
En las últimas décadas las ciencias (medicina, biología, psiquiatría) han trabajado llevando el paradigma mecanicista hasta sus últimas consecuencias: La biología se ha esforzado por describir los procesos bioquímicos dentro de la célula hasta sus últimos detalles. La psiquiatría ha tratado de localizar las funciones cognitivas como la memoria, la percepción de los sentidos o el procesamiento de las emociones dentro de zonas específicas del cerebro, pero algunas de ellas han resultado demasiado elusivas.
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